viernes, 16 de febrero de 2007

Soy mujer y me gusta el sexo

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El sexo de Sofía
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Publicado en: Arte y Cultura, Política, Vida de hoy
14/02/07

En los últimos años ha calado muy bien el mensaje que reacciona frente a las posturas feministas diciendo que “la igualdad ya está conseguida” y que “el feminismo es anacrónico”. Obviamente, si comparamos lo que era la vida de las mujeres unos siglos atrás con lo que es la nuestra, puede constatarse un innegable avance en muchos terrenos: derechos políticos, laborales, económicos, educativos, etc. Es más, podríamos decir que en nuestro contexto, al menos en un nivel formal, la equidad entre los sexos es un hecho: los hombres y las mujeres tenemos los mismos derechos civiles y estaría muy mal visto que alguien pretendiera negarlo.

Pero de poco sirve que eso esté consignado en un papel, por muy constitución nacional que sea, si en la vida práctica seguimos operando de manera contraria. Y lo hacemos. El campo de la sexualidad es un ejemplo paradigmático de esa contracción.

Se supone que tanto unas como otros tenemos derecho al libre ejercicio de nuestra sexualidad, pero, ¿Qué sucede cuando hacemos uso de ese derecho? ¿Cómo respondemos frente a alguien que tiene una vida sexual activa y abundante (que no es lo mismo que irresponsable)? ¿Nuestra respuesta es la misma, sea que se trate de un hombre o de una mujer?

Veo con demasiada frecuencia a los hombres solteros, entre los 25 y 45 años, independientes, saliendo con amigas o novias que se quedan a dormir en su casa (esto último es un eufemismo), sin que pase nada. Eso es perfectamente normal. A lo sumo, se dirá entre risas que es un tipo muy perro, pero eso no lo hará ni más ni menos, seguirá siendo admirado por quienes lo admiran (y odiado por quienes lo odian), su integridad no se ve comprometida (¿por qué habría de ser así?). Sin embargo, también he sido testigo de comportamientos similares en mujeres de la misma condición, frente a las cuales el mundo responde de una manera muy distinta: “¿qué tal esta vagabunda? Cada mes se le ve entrar con uno distinto…”. Pero un momento: mujer soltera, madura, profesional, independiente, que vive sola, sin pareja estable, ¿por qué resulta escandaloso que tenga sexo una vez al mes? ¿qué es lo que tanto les enfada en esos casos?

Sobre estas mujeres he visto recaer altas dosis de violencia: la manera como se refieren a ellas en las conversaciones, el desprestigio que ganan entre su círculo social (¡hasta el celador del edificio pretende mirarlas mal!), los defectos que se les atribuye como consecuencia de una vida sexual activa… Porque violencia no es sólo ir a darle un par de puñetazos -aunque también la hay de este tipo, sólo échenle un vistazo al periódico por mera curiosidad-. La sociedad contemporánea ha desarrollado múltiples formas de violencia simbólica, un tanto más sofisticada que la violencia de la sangre, pero no menos atroz.

Es un hecho comprobado en varias ocasiones, que los hombres que tienen una vida sexual escasa suelen inventarse una adicional, con lo cual ganan ante los ojos de sus pares. Por otro lado, las mujeres (a quienes muchas veces resulta más sencillo acceder a encuentros sexuales) no necesitan inventarse nada, al contrario, suelen esconder sus relaciones, porque en ellas, un amplio pasado sexual está mal visto.

A veces, cuando hablo de estas cosas, la gente me reprocha el hecho de intentar “igualar por lo bajo”, con lo cual se refieren a que la equidad entre hombres y mujeres en estos terrenos está muy bien, pero que en vez de promulgar una libertad sexual real para ambos, la situación equitativa ideal sería que tanto hombres como mujeres tuviéramos una vida sexual escasa. Entonces me asusto: ¿qué concepción tenemos del sexo? ¿Lo seguimos viendo como un asunto “bajo”?

Sofía
sofia.acalantide@gmail.com

…OTRO MUNDO ES POSIBLE…

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