Al que le caiga el guante...

Por Lola SalcedoCastañeda
http://www.elheraldo.com.co/anteriores/07-01-22/editorial/noti4.htm

Para aceptar la crítica, esa reconvención a nuestros actos o actitudes, es imperativo ser capaz de revisar el propio comportamiento y haber admitido dónde se ha equivocado. Lo otro, la intolerancia feroz a cualquier comentario que no sea la lisonja, la aprobación y el chalequeo, es la manera como se expresa la prepotencia que, en algunas personas, raya con la insolencia y, por supuesto, la ceguera más tremenda.

Estas personas incapaces de admitir que han tomado el peor camino, en su lógica no echan pie atrás y trabajan con el “sostener y no enmendar” con que se desbarrancan las mulas cuando el terreno se hace flojo y el conductor intenta salvarles la vida tirando del cabestro para el otro lado. Pero no, al fondo del desfiladero cae la mula con su carga.

Lo más alucinante es que tal cual se equivocan, tal cual se sostienen en el error, porque consideran, ¡oh! Tristeza, que son infalibles y que su buena intención basta para que se les aplauda y acompañe. Y cuando surgen voces que les recuerdan que hay otra solución mejor o que se equivocaron: se arma Troya.

Claro que esa infalibilidad y prepotencia se tornan insoportables cuando ese tipo de persona maneja asuntos de interés público, pero los consideran privados olvidando que lo público pertenece a la comunidad y cualquier miembro de ella tiene derecho constitucional y el deber ciudadano de intervenir; y los periodistas, la obligación ineludible, porque ese es el corazón de nuestra profesión.

Pero estas personas en el poder, público y privado, además de creer que están redimiendo al pueblo (complejo mesiánico) no aceptan el diálogo y mucho menos la crítica. Solo intercambian ideas con quienes de facto tendrán pensamiento coincidente o pasarán agachados con el antiguo “si buana” de los esclavos en las películas de época. Y cuando se alzan voces que les contradicen optan por “acusetas panderetas” e importunan a quienes tienen relación laboral o comercial con quien les critica y causan un malestar innecesario e inútil. Olvidan que los periodistas de opinión cuando hablamos o escribimos con respecto al manejo de lo público, siempre lo hacemos a título personal sin importar el recinto o la tribuna desde donde expresamos nuestro pensamiento. Porque repito, lo público es de todos, por más concesiones a largo plazo que se tengan para su manejo y administración.

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